Según su teoría, las personas en ocasiones nos vemos atrapadas en relaciones tóxicas de las que nos es muy difícil salir y que no siempre identificamos, simplemente sentimos un elevado malestar en ellas.
Estas relaciones tóxicas se producen cuando sin darnos cuenta, nos movemos en varias de las posiciones o roles dramáticos del triángulo. Estos, son roles que tod@s en nuestra vida adoptamos en algún momento, pero de los que luego nos salimos si no nos encontramos atrapados en el Triángulo. El problema surge cuando uno de estos roles se convierte en estable y nuestras relaciones comienzan a basarse en ellos. En estos casos, es cuando las relaciones se vuelven tensas, con una comunicación poco directa, y nos generan enormes cantidades de malestar e incluso sensación de ser unas víctimas de lo que está pasando. Porque una de las características de los tres roles es que en ninguno de ellos, la persona asume sus responsabilidades, sino que las pone en los demás.
Cuando una persona está inmersa en el triángulo dramático, generalmente oscilara de una posición a otra, en función de las circunstancias y de sus objetivos pero lo más habitual es que la persona tenga uno de los roles como el más predominante.
Los roles:
Perseguidor y Salvador tienen una función parental, mientras que desde la Víctima, se actúa desde una posición inferior, una posición filial o infantil.
Características de cada rol:
– Perseguidor.
Es la posición que resulta más hostil ya que en la relación con ellos, nos da la impresión de estar en una batalla constante y que debemos estar alerta y con cuidado porque nunca sabemos por dónde nos pueden venir los “palos”. El perseguidor siempre está pendiente de los demás, pero para buscar el fallo, tiene una actitud crítica siempre hacia los demás. Busca controlar y cambiar al otro a través de intimidar u hostigar, tener siempre la razón, y no admite fallos ni se mira así mismo.
En ocasiones puede buscar el apoyo de terceras personas para tener la razón y si ve que la va a perder, puede ponerse violento o huir de la situación.
El sentimiento que predomina en ellos es la rabia pero debajo de la misma, lo que hay es vergüenza y miedo a ser abandonados, de ahí que actúen tratando de controlar y de poner el defecto en los demás en vez de en ellos mismos.
El perseguidor va a estar constantemente en guerra, con sus allegados, con los desconocidos, e incluso con el sistema, actuando como ángeles vengadores.
Utilizan la cólera y la crítica.
– El salvador.
La persona salvadora es aquella que se preocupa en exceso por los sentimientos y necesidades de los demás llegando incluso a inmiscuirse más de lo que debería y haciendo de menos al otro por el que se preocupa. Tiende a olvidarse de sí mismo y de sus necesidades, anteponiendo las de los demás, porque le es más cómodo mirar a los otros y ayudarles para así sentirse el o ella mejor. Su finalidad no es que los demás prospere sino sentirse bien él o ella consigo mismo, y para ello, poco a poco va generando sensación de dependencia hacia él o ella, en los demás, ya que la única forma de sentirse querido es a través de sentirse indispensable.
Huyen del conflicto, necesitan que todo esté en calma y son capaces de ocultar problemas graves con tal de conseguirlo (por ejemplo: el uso de drogas de algún otro de la familia).
Pueden convertirse en adictos al trabajo o dedicarse a buenas causas en las que sirven al prójimo.
Buscan aprobación. Tienden a sentir culpa y recurren al sacrificio.
– La víctima.
Es la postura infantil del Triángulo. Las personas que adoptan este rol, se sienten desvalidas y necesitadas de ayuda de los demás. No confían en sus capacidades y son dependientes de los otros para casi cualquier cosa y para ello, buscan personas que les cuiden y si no las tienen, pueden manipular para conseguir esos cuidados. La consecuencia en las relaciones sociales es que terminan por cargar a la gente de su entorno (ya que hagan lo que hagan para la Víctima, nunca será suficiente), que puede empezar a evitarles o a ocultarles cosas para que no se preocupen. También el entorno, tratando de ayudarles pueden sentirse muy frustrados ya que nunca consiguen que se encuentren bien, o ven que nunca terminan por llevar a cabo los planes de mejora; su frase típica es el “sí, pero….”.
Se suelen sentir, dolidos, traicionados, utilizados y necesitados de apoyos e internamente sienten una gran angustia que en ocasiones les puede llevar a quererse evadir de la realidad a través de adicciones (con o sin sustancias).
Es importante tener en cuenta que las situaciones de enfermedad pueden reforzar los roles de víctima, ya que son situaciones en las que la víctima tiene la excusa perfecta para ser cuidada y si el cuidador no mantiene bien el equilibrio, puede convertirse en Salvador metiéndose en el juego del Triángulo Dramático.
¿Cómo salir del Triángulo Dramático?
Para evadirte del Triángulo Dramático no se necesita a los demás; con que tú inicies el cambio y resistas a que a lo mejor los que te rodean no están de acuerdo con ese cambio ya que están acomodados a esa relación tóxica, es suficiente.